No se puede dormir bien con tanta gente haciendo ruido, así
que desisto. Me levanto entre improperios propios y ajenos, y trato de buscar
el baño. Quiero lavarme la cara un poco, comprobar que sigo debajo de esa
somnolencia, debajo de esa máscara que ni siquiera estoy seguro que llevo
puesta. Todo se mueve alrededor, todos.
Tropiezo con varias personas en el camino; una mujer trata
de detenerme, diciéndome que lo que hago no es seguro, que regrese a donde
debo. ¿Cómo decirle que no hay nada seguro, que el segundo nombre de la vida
debiera ser “imprecisión”, que eso se aprende después de largas jornadas,
después de que ves la vida irse a ratos, y que eso no lo puede saber una
muchacha joven y jovial como ella? Pero no le digo, lo aprenderá tal vez, si la
suerte es propicia. Todos terminan aprendiendo, unos envejecen más rápido que
otros, como yo. Pero, ¿de qué hablo? Si no he llegado ni a la mitad de la vida
que le auguran a cualquier ser humano. Tal vez envejecer no es cuestión de
edad.
Llego al baño, pero está todo atestado, hace un calor
increíble (aunque yo siento frío, tal vez es la presión). Creo que no lograré
entrar al baño, mejor regreso y espero a que esté un poco más despejado, tal vez
todo se calme, ya sea de una forma u otra. Menos gente, eso esperaré. Además el
movimiento me está dando náuseas.
La gente en todo el mundo es igual: arma grandes barullos,
anda de un lado a otro, grita cosas, se desespera, corre sin motivo ni razón aparente, no puede estar calmada. Las personas están conscientes de que pueden
morir en cualquier instante, y sin embargo no se detienen a observar, a mirar
alrededor, a escuchar alguna respiración, a ver algún detalle en el techo. Tal
vez saben que pueden morir en cualquier momento y por eso viven apurados. Creo
que nunca entenderé del todo a la gente.
Regreso de donde vine, de donde creo que vine; se escucha un
sonido como de turbinas o motores, viene desde afuera. A mi lado hay una
muchacha que no conozco, otra, no la que me intentó detener momentos atrás. Es
distinta, no lleva uniforme, parece más tranquila que el resto de la gente que
hay alrededor. Tiene el pelo castaño, la tez blanca y un lunar en la nariz, una
bonita imperfección. Y tiene un tic en el ojo, tal vez provocado por el estrés,
tal vez no. Voltea y me sonríe nerviosamente. Me entran unas ansias repentinas
de besarla, de besarla repetidas veces, de sujetarla mientras alrededor se
arremolinan todos, de contagiarnos tranquilidad, tranquilidad que tal vez no
necesitamos. Se parece tanto a muchas mujeres que conocí, y no se parece a
ninguna. No sé si estoy delirando, creo que todo el bullicio está empezando a
hacer que me duela la cabeza.
Más adelante se oye una puerta cerrarse, y momentos después
el disparo de una pistola. La muchacha del pelo castaño y el lunar en la nariz
se sobresalta, pero no tanto como el resto de la gente, que empieza a gritar
más fuerte, a correr más erráticamente, a sollozar y a maldecir. Oigo el llanto
de un bebé, se oye por encima de todo el escándalo, es increíble. Nunca me han
llamado la atención los niños, y por suerte yo a ellos tampoco. Creo que ya no
podré usar el baño, espero llegar antes a donde quiero llegar, o a donde debo
llegar. Tal vez son el mismo lugar, sí, tal vez son el mismo lugar.
Se rompe una ventanilla más atrás, y se vuelve todo un
apocalipsis. La gente corre más y maldice más, y el bebé que llora, llora más.
No podré ir al baño, eso es seguro. Volteo a ver a la muchacha de pelo castaño y
lunar en la nariz. No me voltea a ver, una lágrima escurre por su mejilla
izquierda. También ella es una mujer joven y jovial, pero eso ya no importa en
estos momentos. No la voy a besar, soy un desconocido para ella, y ella es una
desconocida para mí. Tal vez si nos conociéramos… pero no, esto no es una
novela, se parece más a una tragedia griega mezclada con indiferencia; el
perfecto resumen de lo que pienso un poco que es la vida humana.
Creo que sí
llegaremos antes, de una forma u otra. Veo de reojo a la muchacha y la lágrima en su mejilla,
mientras cierro los ojos. Adelante se oye al copiloto forcejear con la puerta
de la cabina, dentro de la cual, al parecer, se ha suicidado el piloto de este avión que cae
en picada.
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